Nos hemos quedado al fin
sin chamanes y sin
madre, sin compadres e,
incluso, sin fortín.
La urbe hace de ubre
para los chavales
y se pudre el jazmín
entre incertidumbre,
hielo y fuego civil.
Ariscas son las manos
que me da el gobierno
y avistan con el puño
mi verde azul añil,
derretido en el agua
de la podredumbre
mientras nacen flores
cuyo pistilo fluye
del embalse del llanto.
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