Está tan lejos su mirada de mi canto,
que apenas reconozco el marrón de sus ojos,
mi cuerda es vieja, y mis brazos cansados
débiles de tirar tanto.
Su vida asida a mi cuerpo,
su Luna, mi Sol de invierno,
pensar en ella, mi gran talento,
su alma presa, de mi cerebro.
No sé apagar el húmedo fuego,
dar de comer cera, a los cirios,
no quiere rosas, sino un escipio,
pues el amor, es ciego.
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